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lunes, 12 de noviembre de 2012

muerte y vida


La conversión del duque de Gandía

 

Este cuadro de José Moreno Carbonero se llama: “La conversión del duque de Gandía”. En él se puede apreciar el ataúd de Isabel de Portugal, y a un hombre lamentándose. Ese hombre es Francisco de Borja o también llamado, duque de Gandía. Isabel de Portugal era una mujer bella, y al parecer, tenía encandilada a toda la Corte. La belleza corrompida de esta mujer puede dar a entender dos cosas: La primera, es demostrar uno de los motivos clásicos “Tempo es Fugit”, y dos, la facilidad y rapidez conque cualquier persona se puede corromper tanto moral como físicamente.

 

LOS PROTAGONISTAS DEL CUADRO

Empezaremos por Isabel de Portugal. El cadáver de Isabel de Portugal yace en un ataúd dorado. Isabel está cubierta por un velo o sudario blanco con remaches de oro. Debajo del ataúd se puede observar la sábana con la bandera de los Austrias estampada en ella.  Las delicadas formas de Isabel denostan su belleza. La fallecida Isabel ya no conserva su belleza. De la noche a la mañana se ha ido su hermosura. Esto nos recuerda al lirio blanco que a pesar de su corta vida, adquiere un color y olor maravilloso, pero como es caduco acaba por marchitarse. Lo que antes era un blanco puro y un olor a primavera, se ha convertido en marchito oscuro y putrefacción. Lo facilidad con que algo se puede corromper, tanto por dentro, como por fuera.

 

El otro protagonista es el hombre vestido de negro de luto: Francisco de Borja, o también llamado Duque de Gandía. Francisco de Borja está afligido por la muerte de su querida Isabel. Su gran amiga. Siente su suspiro de belleza fugaz. Trata de consolarse en el hombro del gentilhombre. Pero nada le hará recuperarla. Un ejemplo más de: “Carpe Diem, quia Tempo es Fugit” (Aprovecha el momento, porque el tiempo es fugaz). Como el poema de Rubén Darío: Juventud, divino tesoro.

 

LOS PERSONAJES SECUNDARIOS

 

Pegados a la izquierda, están la mayor parte de los personajes secundarios.

 

Los más lejanos son simplemente, unos nobles de la Corte que adorarían a Isabel. Al parecer, Isabel tenía encandilada a toda la Corte con su maravillosa personalidad y belleza. Un poco más cercanos se encuentran un monaguillo y un clérigo. El joven monaguillo sujeta el áureo báculo del obispo. El clérigo tiene un estandarte con un crucifijo de oro. En la última sección podemos encontrarnos a estos personajes:

 

-  Un clérigo de alto rango. Esto se puede adivinar debido a su vestimenta. El hombre viste un traje largo blanco y azul, una capa de tela fina con mucho decorado, y un gorro de terciopelo añil. También se puede observar un decorado remache en la capa del clérigo, es una calavera. Esta calavera indica la muerte, y  curiosamente, estamos ante un cuadro en el que la muerte está más que patente.

-  Un clérigo de alto rango pero menor que el anterior. Parece ser un cardenal. El hombre barbudo viste de rojo, y lleva la vestimenta habitual de este tipo de cargo eclesiástico.

-  Una mujer afligida llorando la pérdida y un niño atónito ante el cadáver de Isabel.

-  Unos frailes franciscanos. Éstos, a pesar de aparecer en la oscuridad, tienen una gran importancia, ya que después de la muerte de Isabel, Francisco de Borja recurrió al anonadamiento y a vivir como religioso. Se hizo misionero después de proclamar: “Nunca serviré a un señor que se me pueda morir”.  Entonces se consagró a Dios, el Señor eterno, que nunca se morirá y que siempre le ha amado.

LA CORRUPCIÓN DE LA BELLEZA

 

En el mundo se han dado muchos ejemplos de corrupción interna, que es lo que verdaderamente pretende este cuadro decir. La mujer joven y bella Isabel de Portugal es corrompida por la muerte. Era tan bella que hasta el Marqués de Santillana le dedicó una canción. Toda esta corrupción interna se puede llevar a cabo por un destino desgraciado. Pero no se puede volver a atrás en intentar vencer esa fuerza inamovible que el destino te pone, lo que se puede hacer es mejorar e intentar no ser corrompido. No como dice el poema de José Agustín Goytisolo (fragmentos del poema):

 

Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable. Hija mía es mejor vivir con la alegría de los hombres que llorar ante el muro ciego. Te sentirás acorralada te sentirás perdida o sola tal vez querrás no haber nacido. Yo sé muy bien que te dirán que la vida no tiene objeto que es un asunto desgraciado.(...). La vida es bella, ya verás cómo a pesar de los pesares tendrás amigos, tendrás amor. Un hombre solo, una mujer así tomados, de uno en uno son como polvo, no son nada.(...). Otros esperan que resistas que les ayude tu alegría tu canción entre sus canciones. (...) Nunca te entregues ni te apartes junto al camino, nunca digas no puedo más y aquí me quedo. La vida es bella, tú verás cómo a pesar de los pesares tendrás amor, tendrás amigos. (...). Y siempre siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso.

 

PABLO ESTEBAN KEOGH

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